Cuando
alguien me dijo que Javier Egea, poeta contemporáneo, había
fallecido, que había salido voluntariamente de nuestro mundo, del
mundo de los vivos, me reté a mi misma para conocerlo a través de
un acercamiento gustoso y afable de su obra y con la responsabilidad
de participar en la consideración relevante de un poeta.
Sesgada
por mi profesión de psicopedagoga, me acerqué a su obra cometiendo
uno de los errores más comunes que se producen en los estudiosos de
poetas que no es otro que el de intentar conocer al hombre a través
de su obra. Como si la poesía de Javier Egea fuera un autoinforme de
su vida, –técnica que se usa en psicología para la valoración y
tratamiento en el que la persona expresa los hechos, valoraciones y
sentimientos de lo que le preocupa-, o una confesión que me
justificara el desenlace final.
Como
explicó Marcel Proust
no deben establecerse identificaciones demasiado directas entre la
vida y la poesía, pues al fin y al cabo la poesía es literatura y
la literatura es ficción, y no el reducto de sinceridad y confesión
que pensaban los románticos. Pero lógicamente la vida del poeta se
va dibujando en su obra, siquiera sea en jeroglífico
como dijo Francisco Ayala.
En este sentido, sorprenderá entrever aquí y allá, a lo largo de
las tres décadas de escritura que abarca este volumen, continuas
alusiones al suicido como leitmotiv, aunque cada lector debe extraer
de ello sus propias conclusiones. No se trata de algo recurrente sólo
al final de su obra, sino que aparece y reaparece desde el comienzo.
También
María Zambrano,
cuando relaciona la filosofía con la poesía, expresa que “A pesar
de que algunos mortales afortunados, poesía y pensamiento hayan
podido darse al mismo tiempo y paralelamente, a pesar de que en otros
más afortunados todavía, poesía y pensamiento hayan podido
trabarse en una sola forma expresiva, la verdad es que pensamiento y
poesía se enfrentan con toda gravedad a lo largo de nuestra
cultura”. “Hoy poesía y pensamiento son dos mitades del hombre,
ni se encuentra a la persona totalmente en una faceta ni en la otra”.
Lo
cierto es que en la poesía de Javier Egea me he encontrado con un
hombre individual, concreto, fragmentado en poemas y en contenidos,
unos trozos de él, unos elementos del sistema complejo de su persona
singular. Si fuera poeta en cambio, aportaría un pensamiento
universal, con un método fiable y valido. La poesía es abertura,
encuentro y gracia. Admiración por lo que se descubre del mundo.
Acaso en Javier Egea la admiración por la vida, no fue insaciable,
infinita y quiso, dejándose llevar por su enfermedad depresiva,
decretar su propia salida.
Supongo
–como diría María Zambrano que, al igual que la mayoría de los
poetas, Javier Egea desarrolla una actitud de abertura al mundo y a
sí mismo, usando la contemplación y la soledad; mirando a los
objetos y hechos, a las experiencias personales, con el prisma del
lenguaje poético para hacerlos claros, necesitándolo, para luego,
volverlos a reelaborar y poder compartirlos con el lector.
El
pensamiento y la poesía, surgen de la admiración por lo que nos
rodea –como
nos dice los textos antiguos filosóficos o de la epistemología,
dejando en el que observa conmoción, aire temblón, o estela movida.
Entonces el poeta no se va a conocerlo con rigor científico como
haría la filosofía, sino que con sus sentidos, sus sueños y sus
propios fantasmas mezclados, sino que “se apega a ellas y las sigue
a través del laberinto del tiempo, del cambio, sin poder renunciar a
nada”. Se queda adherido a ellas con seducción, a veces de forma
dispersa. Este primer momento se prolonga mucho en el poeta y
necesita las
palabras y
entonces las busca, alejándose de ellas,
no siendo esclavo de ellas.
Sabiendo que aunque busque la unicidad en el poema siempre será
incompleto, de ahí que los poetas sean humildes, especialmente por
la incapacidad de unicidad completa “frágil
unidad lograda” ”perspectiva ilimitada”
en el poema y su obra. Desea la realidad poética que no es la que
hay o es, sino la que no es; abarca el ser y el no ser en admirable
justicia caritativa pues todo, tiene derecho a ser hasta lo que no ha
podido ser jamás”. Javier Egea me ha hecho partícipe, durante
estas semanas de acompañamiento, de su admiración por lo externo y
lo interno de sus dos mundos. Su estilo poético y su simbología
mencionan sus puntos de mira bajo las aguas, en los puentes, sobre la
luna, con coraje y con bondad.
Mirad
en las orejas de los puentes
Yedras
oscuras, agua detenida
Naufragados
embates, soledad
Y
colgajos morados de silencio
Javier Egea: su “Raro
de luna”
Raro
de luna1
es un extraño título que sugiere extrañeza y sueño, una difusa
fantasía, un halo inusual alrededor de la luna o un aire denso de
color indefinido que la desfigura. Pero es cuando se lee con
delicadeza y la pausada y reiterada lectura y, más aún al
finalizarla, cuando se filtra la intención del poeta. El título de
“Raro de luna” incluye en sí mismo la extrañeza de la noche que
ya lo usa en un pequeño poema2
en el año 1982, cuya temática se aproxima más al contenido de
“Paseo de los tristes” que a este libro. Este dato es útil para
comprobar como este título no se separada del autor y se va haciendo
proyecto a lo largo de un tiempo hasta consolidarse en esta obra.
Raro
de luna -lo dicen quienes lo han estudiado- supone un cambio de
estilo y de tono del poeta Javier Egea con respecto a sus libros
anteriores, en el que conecta su mundo interior con la épica urbana,
adentrándose en un mundo irracionalista de símbolos creando un
lenguaje propio muy valorado, sin títulos ni signos de puntuación,
lo que posibilita la musicalidad del que lo lee.
Por
otro lado, con este poemario Javier Egea, adquiere un notable alcance
en la década de los noventa. A partir de aquí él optará por un
silencio público, editando, a partir de entonces, sus producciones
de forma inconstante y comenzando varios proyectos frustrados como el
proyecto de los “Sonetos del diente de oro”.
Qué
características generales presenta “Raro de luna”
- El título es una paráfrasis3 de la sonata de Beethoven, hacia una configuración de la musicalidad de los poemas. Ritmo cambiante y con contraste en su sonoridad -según el prologuista, Antonio Jiménez. El hecho de suprimir la puntuación en sus versos contribuye a que la estructura musical tenga mayor importancia y el lector la adapte. Curiosamente, Egea rescata y adopta títulos de obras musicales en alguno de sus poemas como “Réquiem”, “Benedictus” o “lux aeterna” que se recogen en el capítulo de “Réquiem” 4 .
- El libro tiene coherencia temática con la soledad, la conciencia social, el mal de la ignorancia y los miedos, inmersos en los apartados del libro. Raro de luna se sitúa en las coordenadas de la toma de conciencia del vacío, la denuncia deshumanizada por el capitalismo y una crisis de entender el discurso poético. En raro de luna la presencia de los sueños se convierte en una forma de indagar lo cotidiano, las relaciones de dominación que se derivan del mantenimiento de una ideología familiar, burguesa durante siglos. La crítica podría centrarse sobre una familia patriarcal, sustentada en otros principios que son la igualdad y el respeto.
- Otra característica interesante es la utilización de claves literarias que enlazan el romanticismo con el surrealismo5, ese que Foix, “el surrealismo si se hace con talento, es más realista que el realismo academicista”; Lorca6, al denunciar en poetas en nueva york la tecnología deshumanizada del capitalismo o, cuando Alberti en su discurso poético emplea la conciencia del vacío7, y la negación del paraíso; o Egea denunciando las relaciones de dominación mantenida por una ideología familiar, burguesa, patriarcal-diría yo, dejando solo al marginado en plural “Soledades al filo de la pólvora, soledades que tienen chaqueta en su respaldo, soledades con banqueros al fondo, soledades de las torres, soledades de canallas bogando8 las venas y los albañales9”. Usa claves simbólicas aparentemente irracionalistas, que lo vinculan con procedimientos surrealistas con rigurosa coherencia entre sus poemas y con intención de comunicar con un lenguaje sorpresivo. Javier Egea se empapa, se nutre de Alberti, de F García Lorca, de Bertol Brech entre otros, como se aprecia asimismo, en las ilustraciones y en las reseñas breves de estos autores al inicio de las partes que componen el libro “Raro de luna”.
- Introduce austeridad expresiva que conecta con cierta épica urbana original e innovadora: “Cerca de los timbres secos/ centinelas de sus huecos/ aún en pie”
Raro
de luna está compuesto en la edición que cayó en mis manos desde
la biblioteca municipal de Algeciras, por cuatro partes que en sí
misma tiene coherencia y entre ellas se enganchan en frases y
palabras, sentido y forma. Las partes parten de ilustraciones de
Alberti y versos de poetas sugerentes que él admira.
1er
Poema: Sombra del agua
La
ilustración de Alberti marca a una persona buceando entre aguas. La
vida se aventura en el agua, se desvía, se extravía, con razones y
locuras. Una persona nada entre aguas con un sueño.
Javier
Egea en sus cuatro poemas de “sombra de agua” nos marca el sueño
de la libertad fluyendo por el centro de la corriente de agua, el
agua que se mueve y avanza frenada por las orillas de dolor y olvido;
por las emboscadas de adelfas y de peldaños, por manos enamoradas,
de aguas estancadas. Contiene versos que hablan de las soledades.
Los
surtidores de agua son usados como símbolo de un posible destino de
la vida, marcando la toma de conciencia de su inicio y de su final
-de luz y de despedida- . Las soledades
amarillas -entiendo que son esas aguas que no
se saben con certeza a dónde llegarán. La soledad
herida, en cambio, es el agua estancada, la
que es frenada por adelfas, donde se pierde la ilusión y aparece la
nostalgia “Y, mientras sube por su brazo el frío, mira en el agua
muerta la perdida esmeralda cercada de rubíes”.
Javier
Egea pronostica su soledad deshabitada
en el agua sin luna, cuando haya saciado la sed, y cumpla –como él
escribe: “con razones y locuras, un sueño sin ley que madura en
las cenizas de la mercancía, en un vientre con ondas y sentido…el
agua sin luna, sí, deshabitada”.
La
soledad parece que lo atrapa. Mira atrás, recuerda los surtidores,
los puentes sin camino, el agua negra dentro del espino, los sueños
a la deriva, y percibe que lo mismo que la alegría y los apoyos
afectivos le trajeron asombro y algún alivio, también lo llevaron a
la despedida “Si por allí pasé, si tu escalera avecinó sorpresas
en mi herida, también puso la sombra donde vivo, miro la luz,
también su despedida, por los peldaños húmedos cautivo.”
2º
poema: Príncipe de la noche
La
ilustración de Alberti para el príncipe de
la noche, está elaborada por muchos puntos que podrían asemejar a
un murciélago con alas abiertas. Recoge una frase de Bran Stoker,
de su libro Drácula “...porque nuestro enemigo está en el mar,
con la niebla a sus órdenes”.
El
ambiente misterioso, de atmósfera sonámbula,
asemejado a los nocturnos románticos, nos acerca a la nostalgia, al
miedo y a la transformación como contenidos simbólicos de este
ambiente donde vive el príncipe de las tinieblas, envuelto en la
niebla, la que enturbia la visibilidad, como símbolo de la
ignorancia dañina de la cual hay que salir. Cuanto más sepamos de
las características del mal, más claro lo veamos, y seamos
conscientes de sus cualidades y manifestaciones, más fácilmente
podremos identificarlo y por consiguiente, movilizarnos y
transformarlo. Para ello debemos dominar el inconsciente que tanto
domina en la vida, explorándolo y ahondando en él, en soledad.
El
príncipe de la noche, protagonista de “Stoker”, expresa una
leyenda satánica transmitida desde el siglo pasado -valioso
testimonio de mentalidad victoriana- con un cuerpo ilimitado, libre,
sin formas ni sujeciones, sin reflejos en nada, ni en aguas ni en
espejos.
Los
primeros versos del “príncipe de la noche” mencionan una
transición, un paso, un cruce de soledades, que se veía venir,
porque se habían desvanecido los amigos, porque estaba despavorido
ante lo que veía, porque los lobos se aproximaban, porque dos
jinetes a galope cruzaban el puente, eran dos soledades sin luna: las
nieblas y tu cintura. Son las dos causantes del tránsito a la
transformación: la ignorancia y el mirar a otra parte.
A
las doce el ala herida del conde, sobre los
sueños, se bate y vuela. El príncipe de la noche da pena, porque se
pierde en el bosque, lo persiguen, se oyen disparos, lo acorralan en
un lago,…Es…el héroe marginado, el
protagonista de una ideología de la marginación en la que cree
Javier Egea, simbolizado en este
personaje nocturno, condenado al tiempo oscuro de la noche. En uno de
los poemas de esta parte lo refleja:
Gatear
en las trágicas. Lindes / Cruzar yedras y vientres. Síguele/Brillar
en la cornisa. Príncipe/Resbalar un instante. Cuídate/Mirar a tus
palacios. Límites/ Abrir su capa inmóvil. Triste/ ¿Lo viste?
A
las doce entra la nostalgia: Siempre suenan
las doce y un aleteo negro como unos ojos alerta el sueño/ Siempre
suenan las doce y es tu silencio una alfombra manchada por el deseo/
Siempre suenan las doce la sombra de tus labios con mucho hielo.
A
las doce entra el miedo: ¿Quien entra en la
casa?/ ¿Quién ordena el viento que sopla la vela que tiene la llama
que alumbra una mano que enhebra una aguja con hilo de araña?
Es
destacable cómo Javier Egea se
introduce en esta leyenda, desde dónde está escribiendo, desde el
verso mismo. Y ello se refleja en dos poemas a mi modo de ver. Uno
cuando escribe: /La primera ola le esparció
el cabello por entre los guijos/ La segunda ola negoció en sus
labios la sal y un destino/ la tercera ola le lavó los pechos rubios
y enemigos/ Y la cuarta ola me ató a su cintura desde donde
escribo/. Otro proceder de Javier Egea se
sustenta en el azar. Lo explica desde los siguientes versos: /Tiré
los dados sobre la mesa/ abrí los sobres en su presencia/ salí al
pasillo que siempre vela/ Giré los pomos de la leyenda/ todo
tiniebla menos chorro de una linterna contra mis ojos/, -que yo
entiendo- que comparte a los lectores sus motivos que no son otros
que el azar, la conciencia y el deslumbramiento de la leyenda en
medio de tanta tiniebla.
Algún
autor como Antonio Jiménez Millán, destaca este poema con carga
sensual y erótica, creo que se presenta
suave con referencias a cinturas y pechos. Para mi no es relevante.
A
las doce, el príncipe de la noche toma una
doble personalidad, un desdoblamiento entre hombre y vampiro, una
rebeldía satánica, que entiendo como las prácticas de una doble
moral tan lenta y difícil de erradicar.
3er
poema: Las islas negras
Rafael
Alberti ilustra este poema con líneas zigzagueantes superpuestas en
horizontal, de diversos colores, como montañas unas sobre otras
enlazadas con otra en vertical. En lo alto un sol o una luna llena
formada con puntos.
Los
doce poemas cortos los inicia con las palabras de Juan Ramón Jiménez
“por debajo, como un sueño, pasa el agua”, dando coherencia a lo
que Javier Egea escribió al inicio del poemario como que la
corriente de agua era el sueño.
El
contenido de este poema refleja la denuncia de las atrocidades que se
comenten en la política de represión,
desde la rebeldía y el coraje y, desde el posicionamiento ideológico
del autor que comparte con algunos protagonistas. Las islas que se
expresan con tanto culturalismo, las entiendo como episodios
derivados por la manipulación del miedo y de la culpa. Las islas son
lugares que vamos descubriendo en su lectura coherente y
complementaria. Las islas –entiendo yo- son lugares donde uno se
disfraza en soledad para escabullirse y no ser reconocido; donde se
puede esperar un rescate en soledad; donde se refugia el individuo en
soledad, y se respira el miedo denso entre tanta niebla vigilante en
soledad.
En
este apartado de islas negras, los versos se asientan en el entorno
urbano: se respira el miedo de la dictadura
en las calles de la ciudad, en el brillo de las azoteas, a través de
unos ojos centinelas, marcando sorpresas en la plaza, con los guantes
blancos.
Desde
una isla, nos habla de la transformación del individuo cuando pasa
por encima el castigo, el horror del sufrimiento en la cárcel por
pensar de otra forma. Desde otra, nos cuenta como se siente
perseguido y se salva en su piso 2º B, ensombrecido por cipreses
soleados. “Cada peldaño muestra sus palabras grabadas en la
altura de las sienes/hasta el 2º B siempre sombras e hileras
asoladas de cipreses/Y por el puente hundido invaden las arañas los
espejos de tu nieve”
Él
desde su isla, se vincula al que sufre, al que muere, al solitario.
Nos dice reiteradamente en sus versos que piensa como ellos, que se
siente solidario como “mis ojos siguen allí” “Miraban su
bosque mío, o miraban su reino mío”.
Cuando
hay miedo a morir, y se siente el peso de la vigilancia, también la
persona se encuentra en una isla. Es la isla del desasosiego, la que
genera un estado incómodo de alerta, la que es vigilada por el
centinela gris, por un águila gris, por unos guantes blancos que
Javier Egea lo escribe en estos versos: “A
los dos lados había que mirar a los dos lados/ Sobre el asfalto
brillaba un guante sin esa mano/ Pero acechando tan en sus mismos
labios el tiburón dorado / Yo allí mirando y a los dos lados sin
esa mano blanca su guante blanco.
El
miedo para él no es solo el de la muerte, también está el miedo
que se filtra lentamente con el acecho y la vigilancia; el de la
pérdida de la libertad y el de la pérdida de las creencias en que
un mundo mejor es posible en libertad. Así lo expresa con el
simbolismo de un pájaro abatido y una niña muriendo: “Entre
la niebla fría dos lunas lejos: un pájaro abatido y una niña
muriendo/Entre la niebla fría sólo deseo y el águila que brilla
negra sobre tus pechos”
Otras
islas hacen referencia a la inquietud que produce la perdida de la
conciencia o la denuncia del dominio. “Llegaba
del mar llegaba por las avenidas niñas la perla inquieta del
alba/primero invadió las plazas luego los rincones rubios de la
calma/con dos agujas por alas grabó en miso ojos un sueño como una
selva estrellada/antes de volver la esquina brilló su falda de
plata/ pero en los secos dominios él la vigilaba/;
y, a imaginar lo deseable entre los tabiques de su piso de Granada .
En
el cuarto poema titulado “Raro de Luna“ –como
el libro, Alberti escribe sobre las islas, vinculando la tercera
parte con la ultima del libro “¡Esas islas,
esas islas que el agua de las lluvias ha ido infiltrando noche a
noche en el desierto de estos cinco tabiques!
A
partir de aquí Javier Egea toma una nueva expresión de versos
largos, siguiendo sin apuntillar los signos de puntuación, dejando
libre al lector en su ritmo largo, usando reseñas breves en cada
comienzo de las tres poesías. Están escritas -en francés y
traducidas- por Louis Aragon, Paul Eluard y André Breton, algunos de
sus poetas inspiradores. Es aquí, en esta parte y termino, cuando
Javier Egea aclara definitivamente el significado del símbolo de
“Raro de luna”: esa isla negra, la del sueño silencioso, la que
no se pudo conseguir, y se encontró solitaria entre sus paredes de
ladrillo, en el piso 2º B “…voy a las
grutas del 2º B/ nadie con esa llave/ nadie con esos ojos al entrar/
siete por siete mares por siete soledades”
o cuando nos dice: “…No No era este el
lugar/ Para ti siempre quise / avenidas sin látigo/plazas sin gentes
pálidas que se desploman/ chapoteando caen mientras sangran y por
siempre caen/ del verdín de las gárgolas y de las cicatrices/sobre
reinos vastísimos de laberintos y de topos caen/… “
Con
tres poemas largos y anchos, con un zigzag distinto a lo escrito
anteriormente, Javier Egea termina, dándole sentido a todo el
contenido del poemario, con un raro sueño, con un raro de luna que
se desvanece, que se desmorona, dándose cuenta –y con esto acabo-
que no era este el lugar deseado por él, ni que, tampoco, para nadie
lo quiso.
Josefina Núñez Montoya
Coordinadora Sección Literatura
AlCultura
1
“Raro de luna” de Javier Egea (1990) ed. Hiparión. Madrid.
Prólogo de Antonio Jiménez
2
Raro de luna, “Y la luna. Pero no la luna”. F. García Lorca
Porque la luna. Pero no la luna/Sí los tumbos
añiles, sí la vida,/el estallido sordo de la espera/ y la ciudad,
el sueño, la otra calle/ que es un reto de luz. Escucha
ahora./Hay reclamo que dolor levanta a cualquier hora de las
sombras. Luchas/ te embisten las esquinas presentidas/ donde tendrá
sentido el corazón./Somos espanto. Pero el abordaje/ de
otros mares nos hace conocidos,/ nos arma de pasión en esta
muerte./ Mirad en las ojeras de los puentes/ yedras oscuras,
agua detenida,/ naufragados embates, soledad/ y colgajos morados de
silencio./ Allí convoca el tiempo a los que saben/ cómo
duele la historia en el costado./ Por eso alimenta la esperanza./
Por eso canta tu dolor. Escucha./ Hoy nos puebla la luna de
su cuerpo./ Porque la luna. Pero no luna./
3
1. f. Explicación
o interpretación amplificativa
de un texto para ilustrarlo o hacerlo más claro o
inteligible.2. f. Traducción
en verso en la cual se imita el original, sin verterlo con
escrupulosa exactitud.3. f. Frase
que, imitando en su estructura otra conocida, se formula con
palabras diferentes.
4
Egea, Javier (2012): Poesía Completa, Volumen II. Obra dispersa e
inédita. Bartleby Editores. Madrid.
5
1. m. Movimiento
literario y artístico, cuyo primer manifiesto fue realizado por
André Breton en 1924, que intenta sobrepasar lo real impulsando con
automatismo psíquico lo imaginario y lo irracional.
6
“El agua era negra dentro de las ramas. Cuando llega al puente se
detiene y canta” FGLorca. Cuando estamos inmersos en el dolor todo
es vacío y oscuridad. Hay que seguir. Encontraremos un enlace, una
mano con la cual tomaremos conciencia del bienestar.
7
“Dadle un ramo verde de luz a mi mano”, Alberti.
Generoso, pide ayuda para una persona que se encuentra vacío y
oscuro, perdido y hundido, y lo hace con un “ramo verde de luz”.
(El dibujo de Alberti forma con líneas discontinuas, muchos
círculos hasta un centro. Podemos jugar con la imaginación y ver
el vacío, o tal vez el sol naciente en sus trazos)
8
Remando
9
Depósito de inmundicias